LA OESTE DE RABADA Y NAVARRO.
Gregorio Ariz Martínez
Gregorio Ariz Martínez
Nota previa:
He querido recuperar íntegramente lo que
escribí, después de hacer aquella fantástica escalada, para aportar mi recuerdo
de admiración a los escaladores maños y porque contiene la esencia de aquellos
tiempos, en los que superar estos caminos verticales suponían un esfuerzo bien
distinto al de los actuales.
Los escaladores de aquella época, seguramente
lo van a entender como propio. Pero quizás los de hora, no se sientan
identificados con aquellos sentimientos. Pero en fin, cada uno nace en su época
y los modos han cambiado vertiginosamente.
Caminando hacia la base
Caminando hacia la base
Hacer
la Oeste del Naranjo de Bulnes hace cuarenta años, era como la consagración del
escalador. A partir de ese momento, entrabas en lo que se podía considerar “la
élite” del alpinismo en nuestro país. Y nosotros soñábamos con serlo.
Fuimos
con miedo, porque considerábamos a Rabadá y Navarro unos fuera de serie. Nunca
antes habíamos escalado una pared tan larga, tampoco conocíamos los Picos de
Europa, aunque habíamos leído que su roca caliza era extraordinaria. El año
anterior dos escaladores vascos, habían muerto cuando prácticamente tenían la
cima a pocos metros, después de su ascensión a la Oeste en invierno y pocos
meses antes de nuestro viaje, el rescate de Lastra y Arrabal que estuvieron
bloqueados en la pared varios días, habían mantenido a todo el país en vilo.
Por fortuna, el miedo desapareció en el primer
largo y aún sonrío de placer cuando me acuerdo de aquellos momentos.
Nuestra escalada fue la nº 13 a la Oeste del Naranjo.
Buen número para deshacer entuertos.
Mes de Mayo de 1.970
Agobiados por el peso de nuestras mochilas y
hundiéndonos en la reblandecida nieve, caminamos lentamente bajo un sol que
escupe fuego. Una ilusión centraliza nuestra dedicación de cuatro días a esta
zona de los Picos de Europa. Queremos escalar la Cara Oeste.
El invierno recién pasado, ha sido muy
abundante en nieve y necesitamos ocho horas para hacer el trayecto entre el
Mirador del Cable y el refugio Vega de Urriello, al pie del mismo Naranjo.
Una vez allí, olvidamos el cansancio que
llevamos en el cuerpo, pues lo que se ofrece a nuestros ojos, nos sumerge en un
mundo distinto. Encima mismo del refugio, se alza una muralla de unas
proporciones tan grandes, que aplastan la mirada y el ánimo de cualquiera. Es
como una gran losa rigurosamente vertical, lavada y pulida por vientos
milenarios y de una dimensión que no admite comparativos.
Nuestro recuerdo se posa ahora en los
inolvidables Rabadá y Navarro, que nos supieron legar con su depurada técnica y
capacidad, una atrevida vía que recorre la pared en toda su extensión siguiendo
un camino perfecto.
El tiempo se presenta magnífico y esto es lo
que mas reconforta nuestro ánimo. Mi hermano José Ignacio está impaciente
porque nos acostemos y así que una vez que hayamos cenado abundantemente, nos
metemos en nuestros sacos.
Cuando empieza a rayar el alba ascendemos
lentamente con nuestros bártulos a la espalda para comenzar el trabajo que
tenemos asignado para hoy. Pronto llegamos al pie de la pared y al tocarla con
nuestras manos una sensación extraña nos invade. Muchas horas hemos de pasar
pendientes de esta caliza, también son muchas las que hemos esperado este
grandioso momento.
Sin entretenernos mucho y con el silencio
impresionante que precede a una empresa de esta envergadura, nos encordamos y
comienzo yo el primer largo. Vamos a doble cuerda atada directamente a la
cintura y de una vaga cuelgan mezclados mosquetones de hierro y algunos de
aluminio, así como clavijas y tacos de madera de varios tamaños. La roca está
fría y los dedos tienen que pasar por los cambios de helarse al principio, para
reaccionar después al soportar el peso del cuerpo. Unos metros mas arriba, noto
ya correr la sangre por dentro y la escalada comienza a llenar de gozo todo mi
cuerpo.
Empezando
En una cueva aseguro a José Ignacio, que sube rápido para continuar de primero en el segundo largo. La pared, severa desde el principio, se va tornando desplomada. Desaparecen las presas en donde apoyar los pies y el empleo de los estribos sustituye esta deficiencia.
Empezando
En una cueva aseguro a José Ignacio, que sube rápido para continuar de primero en el segundo largo. La pared, severa desde el principio, se va tornando desplomada. Desaparecen las presas en donde apoyar los pies y el empleo de los estribos sustituye esta deficiencia.
Me toca el tercer largo que consta de un gran
diedro completamente desplomado y en el que hay un poco de cada cosa; hierros
de las más variadas formas, tacos podridos, cintajos que no son de fiar y
algunos remaches que sobran, colocados seguramente por algún desaprensivo.
Intuimos que algunas cordadas han llegado en su intento hasta este punto y se
habrán retirado rapelando.
Primeros extraplomos
Primeros extraplomos
Estos largos son los que mas esfuerzo
requieren y en los que nos empleamos a fondo. Más vale que están al principio y
como hemos empezado con verdaderas ganas, los vamos resolviendo sin demasiadas
preocupaciones.
Concentrados al máximo en nuestra labor,
olvidamos por completo al resto del mundo. Ahora solo procuramos que todo salga lo más perfecto posible, atentos
a economizar esfuerzo y tratando sobre todo de no caernos. Cada uno sabe lo que
tiene que hacer y lo hace maquinalmente. Solamente cuando el terreno se suaviza
y los pasos bajan de dificultad, nuestras lenguas se sueltan y acude a los
labios el chiste y la guasa.
Hemos ganado altura considerablemente, pero el
tiempo transcurre veloz, aunque no nos importa demasiado, ya que queremos
disfrutar de todos los movimientos que hacemos, sin prisas.
Estribos
Cicatriz
Estribos
Cicatriz
Hace rato que hemos superado “la lastra
soldada” y estamos encarados con la llamada “cicatriz”. En este punto se agota
mi primer rollo de diapositivas y como es un lugar precario para cambiarlo,
proseguimos ligeros hasta desembocar en el ansiado lugar de vivac. Una amplia
repisa nos recibe y nos tumbamos un rato para descansar.
Después preparamos la cena, que es en
definitiva la única comida decente del día. Hemos subido alimentos en
abundancia, e incluso algunas cosas de capricho, amén de la bota con buen
clarete navarro, que no abandonamos nunca por dificultosa que sea la pared. Un
gran nevero cercano nos proporciona agua suficiente y más tarde preparamos
nuestro aposento. Hemos dejado nuestros sacos en el refugio y en sustitución
disponemos de una ligera tienda de campaña sin armadura, que con su
hermeticidad nos va a proporcionar el calor suficiente para pasar la noche sin
coger un resfriado.
Introducidos ya dentro, acomodamos nuestros
cuerpos al montón de piedras que tenemos por lecho, acolchadas un poco con las
cuerdas y para cabecera, la cantimplora forrada con el gorro de la cabeza.
Mi hermano ya duerme cuando yo me asomo por la
cremallera de la tienda, intentando fotografiar el sol que se esconde por las
cumbres del otro lado del valle. Luego le observo con mirada celosa, envidiando
ese don que tiene de abandonarse al sueño, en cualquier posición o
circunstancia. El cansancio se hace notar en todo el cuerpo y al poco rato yo
también me duermo profundamente.
Fin de la primera parte del relato.
ESCALADORES NAVARROS, DEL PIRINEO AL HIMALAYA
Mi primera vía en el Ossau fue el soberbio Espolón Este de la Pointe Jean Santé (Ravier 1955) con tres escaladores navarros: El veterano Iñaki Tapia y dos más jóvenes, Xabier Garaioa e Iñaki Aldaya.
Fue en primavera de 1973 y yo tenía entonces 17 años. Aquellos "pamplonicas" me dieron la oportunidad de chequearme en esas placas de granito naranja. Seis años más tarde, Aldaya y Garaioa subieron el Dhaulaguiri, de 8.172 m, en la expedición dirigida por Gregorio Ariz (1979).
A la izquierda el Espolón Este. A la derecha la vía "Ballini-Treziere" al Grand Pic de l´Ossau.
26 años más tarde de aquella incursión en el Espolón Este, despues de un largo parentesis en mi vida montañera, volvi a esa compacta vertiente del Midi d´Ossau con 43 años, ¡madurito eh!, acompañado por un muchachito de Sabiñánigo, José Manuel, que contaba entonces 17 años. Recorrimos la pared mano a mano, un largo cada uno, por la vía "Ballini-Treziere" (1940), auténtico terreno de aventura.
Ruda y atlética, la escalada en el Ossau, es muy diferente a la caliza del Naranjo. Primitiva y rudimentaria, requiere en general más fuerza que otra cosa. Son pasos intuitivos, instintivos, poca sofisticación, como estas lajas en la ruta del Circo Sur, mi camino favorito para subir a esta preciosa montaña.
Gracias a Rafael, alpinista de Almería, por su ánimo y valoración positiva a mi nueva guía de pirineísmo "Sabocos-Comachibosa" y al contenido y propósitos de este modesto blog, (ver comentario en entrada anterior).
ResponderEliminarRecibido saludo afectuoso del escalador madrileño Santiago Pino.
ResponderEliminarVer comentario en entrada: CORDADA RODOLFO-SANTIAGO. ESPOLÓN DEL GALLINERO, 1974.
Constato con satisfacción que este foro está reviviendo los lazos de amistad que muchos montañeros construímos en aquellos años.
Gracias Santiago.
Un fuerte abrazo.