Cicerón
Filosofar es aprender a morir.
Montaigne
L’HOMMAGE DE JEAN ET PIERRE
RAVIER A LA MEMOIRE
D’ALBERTO RABADA ET D’ERNESTO
NAVARRO
Au nom des pyrénéistes français et
en notre nom personnel, c’est bien volontiers et de grand cœur que nous nous
associons à l’hommage que les pyrénéistes aragonais rendent aujourd’hui à la
mémoire d’Alberto RABADA et Ernesto NAVARRO. - En 1960, l’un de nous eut la joie d’effectuer, aux
côtés d’Alberto RABADA, l’escalade de la « Sud-Est » puis la
traversée des « Quatre pointes » de l’Ossau -
Ce 16 août 2013 marque en effet la
date du 50ème anniversaire de leur mort dans la face nord de
l’Eiger.
Nul d’entre nous, amis pyrénéistes
ne saurait l’oublier, ni ne saurait oublier l’œuvre magistrale qu’accomplit
dans nos montagnes la cordée d’exception que formaient Alberto RABADA et
Ernesto NAVARRO.
Au FIRE, au COTATUERO et au NARANJO,
leur souvenir demeure à jamais
RABADÁ-NAVARRO,
medio siglo después
El día 15 de
agosto de 1962 dos silenciosas figuras remontaban, con el fresco de las
primeras horas de la mañana, la empinada pendiente que separa el fondo de la
vega de Urriellu de la monolítica y vertical muralla occidental del Picu
Urriellu o Naranjo de Bulnes, en la que en el transcurso de las siguientes
jornadas vivirían y sentirían durante el día y la noche, afanándose en alcanzar
el punto en el que por encima ya no hay nada. Comenzaban su enfrentamiento con
uno de los retos de su fructífera carrera deportiva que marcaría su impronta en
la evolución de la escalada en España en los años sesenta.
Justamente
un año después, el mismo día 15 de agosto, pero ahora de 1963, la frágil
existencia de estos dos excepcionales personajes, indispensables en la historia,
con mayúsculas, de nuestras historias de montañas, se apagaba como una vela
zarandeada por el viento en medio de unas condiciones meteorológicas demasiados
duras para un ser humano.
No es tiempo
para analizar el trágico suceso, pero el hecho fue que Ernesto Navarro y
Alberto Rabadá llegaron prematuramente al final de sus días como más les
gustaba vivir: de cara a la pared, mirándola de frente y sin complejos por
vertical y difícil que les pudiera parecer.
Como dice Joaquín
Sabina en una de sus canciones, entre la suerte y la muerte tan sólo hay una
letra cambiada, y en ese afilado camino la ventura acabó orientándose hacia la
vertiente menos afortunada.
Sus obras,
unos efímeros caminos que trazaron en el vacío durante los años que duró su
fiel matrimonio, nos han quedado como legado y excepcional testimonio de su
paso por este nuestro mundo de las montañas.
Isidoro Rodríguez Cubillas
PERDISTEIS LA VIDA, GANÁSTEIS LA INMORTALIDAD.
Jesús Vallés
Hoy 16 de agosto se cumplen 50 años de la muerte de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro y seguro que todos nosotros viajaremos con la mente hasta esa mancha blanca, inhóspita y alejada donde nuestros ídolos se entregaron a la dulzura de la muerte, piadosa y caritativa como una madre, puesto que agotados y sin fuerzas ya no podían salir de la trampa en que las tormentas habían convertido la ya muy difícil pared de sus sueños, la cara norte del Eiger, el mito de todos los alpinistas del mundo. No me cabe ninguna duda de que nuestros hermanos escaladores, Alberto y Ernesto, recibieron a la muerte confiados y aliviados de que su terrible sufrimiento acabara ya de una vez despues de cinco días de lucha contra todas las adversidades confabuladas y reunidas para impedir que los aragoneses consiguieran la primera escalada española a la cara norte del Eiger.
Sin apenas experiencia en técnica glaciar superaron los empinados neveros, calzados con sus crampones de diez puntas, dejaron atrás la travesía "Hinterstoiser", el "vivac de la muerte", y en un acto consciente, imposible casi de diferenciar del sacrificio, se internaron en la "rampa" y la "Travesía de los Dioses". Así fue como consiguieron vencer a su propio miedo, el anhelo intrínseco de cualquier escalador.
Iban a morir, y lo sabían, y tuvo que ser en la "Araña", con todas las dudas resueltas respecto a su capacidad de enfrentarse a esa pared. A Alberto y Ernesto los derrotaron el granizo, la lluvia fría y la nieve que cae y te congela, porque ellos ya demostraron con creces que eran capaces de escalar la cara norte del Eiger.
La despedida de Carmelo Royo
Alberto Martínez Embid
Como bien decía Patrice de Bellefon en
la reseña póstuma que hiciera sobre Alberto Rabadá, al escalador zaragozano le
gustaba dedicar buena parte de su tiempo a formar a las jóvenes promesas. Una
actividad de la que bien pudo aprovecharse la siguiente generación de
trepadores: desde Gregorio Villarig hasta Ursicino Abajo, Jesús Mustienes o
Carmelo Royo. Expliquemos aquí, un tanto por encima, cómo se establecieron
algunos de estos vínculos…
En 1956, Ursi sentía el
gusanillo de lo vertical al contemplar en acción, desde abajo y durante una
excursión por Riglos, a la cordada Rabadá-Montaner-Vicente. Dos meses más
tarde, en compañía de un amigo de Montañeros
de Aragón, Carmelo Royo, acudiría él mismo para medirse en esos muros de
conglomerado: juntos realizaron la clásica Pany-Haus,
sin tener gran idea de cómo se bajaba de allí. Por fortuna, coincidieron en las
cercanías del rápel del Gran Volado con Rabadá, quien les ayudó a descender. Una
forma de iniciar una amistad un tanto particular…
Carmelo lamentó la desaparición de sus
amigos, Rabadá y Navarro, en aquel fatídico verano suizo de 1963. Entre las
páginas del Boletín de Montañeros de Aragón número 70 (II Época),
correspondiente al mes de octubre de 1963, redactó el texto del siguiente
“Homenaje”, donde dejaba bien a la vista sus sentimientos:
“Ernesto,
Ernesto, ¿cuánto falta?
”Se oyen
unos gruñidos, ininteligibles, se enciende una linterna y, al fin, me responde:
”–Son las once y media.
”–¿Nada más? ¡Imposible! ¡Tiene que ser más
tarde! ¿No habrás mirado el termómetro!
”–¡Ni hablar! El termómetro está aquí, en la
nevera, y a tope. Como siga esto aquí se rompe. Como siga esto así se rompe.
Je, je, responde con peculiar ironía.
”Vuelvo a
sumergirme entre las plumas mojadas de mi saco y, por enésima vez, vuelvo a
intentar dormir. La nieve acumulada a nuestro alrededor apenas me permite
moverme. Pienso en si acabará alguna vez este horroroso vivac. Me distraigo
recordando incidencias de la jornada que acabamos de vivir; sobre todo, ese
paso difícil que mi compañero ha realizado en cabeza, con su seguridad habitual,
con esa parsimonia activa que tantas veces he tenido ocasión de admirar en
diversos escenarios: Riglos, Mezalocha, Pirineos, y en mi imaginación se dibuja
su figura enjuta e ingrávida asida a la roca en diversas ocasiones, resolviendo
otras tantas situaciones embarazosas. Me complazco
saboreando
gratos recuerdos hasta que una débil claridad indicadora de que está
amaneciendo nos pone en marcha a todos. La espesa niebla no nos permite ver
apenas y decidimos esperar. Rabadá intenta inútilmente hacer funcionar el
hornillo de butano. Al cabo de varias horas, y en vista de que la niebla
persiste, emprendemos la huida y, después de los consabidos despistes y los
correspondientes tozolones, conseguimos sentarnos en una de las sillas del
teleski, y todavía llegamos a Candanchú a tiempo de celebrar la Nochevieja.
”Algunos
meses más tarde… Sentado en un banco frente al Gran Hotel de Jaca, no doy
crédito a lo que leo. Contemplo la página del diario, llena de esas morbosas
palabras que alimentan al populacho: drama…, tragedia…, muerte… ¡No puede ser
cierto! ¿Qué saben los periódicos? Seguro que han salido por algún otro sitio.
¡No quiero creerlo! ¡Siempre les han sobrado recursos!
”Pero esta
vez no. El final se ha escrito con crespones negros. ¿Por qué…? ¿Por qué…?
Eterna pregunta tantas veces sin respuesta. El hecho es que la montaña nos ha
traicionado. Si cupiera el rencor en nuestros corazones, la odiaríamos para
siempre, porque nos ha herido profundamente en nuestros sentimientos. Nos ha
arrebatado brutalmente, con crueldad, a dos de nuestros mejores hombres, cuando
ya todos vivíamos el éxito. Dios lo ha querido así, y Él sí sabe por qué;
confiemos en la Omnisciencia Divina.
”Nunca nos
hemos dicho adiós… Ahora, tampoco. Hasta la vista, porque confío que volveremos
a vernos en esa vida sobrenatural más feliz que todos ambicionamos.
”¡Hasta la
vista…! Y, mientras tanto, os ruego, os suplico una oración por sus almas”.
De manera muy humilde y sin pretender nada mas que compartir con vosotros los momentos de emoción que he sentido justamente el mismo dia pero 50 años después y como mi recuerdo y personal y particular homenaje para ellos, Alberto Rabada y Ernesto Navarro, os envio estas fotos que he tomado a mi paso por debajo del Eiger intentando revivir en imágenes mentales las tantas veces conocidas situaciones y vivencias de la cordada durante su escalada y su final pero que como las flores de Edelweis siempre estaran ahí, esperándonos en la montaña.
ResponderEliminarSaludos
Angel Sonseca
Gracias Ángel, las pondremos en la próxima entrada.
ResponderEliminarUn saludo.
Jesús Vallés
Por su especial interés reproducimos un comentario insertado por el montañero "DJ" en la revista digital DESNIVEL.
ResponderEliminarEl embrujo de esa cordada se siente aún en nosotros, nos vindica. Pasaron hace tiempo; el trastazo emotivo, lo que en general llaman tragedia, hoy es, si algo, una forma de melancolía, en la que nos reconocemos. Se diría que salieron por arriba, dejando por los suelos la envoltura caduca, se fueron por arriba, hacia lo más alto: eso es la apoteosis. Yo los siento como cordada pagana de jocundos númenes, los siento como los manes del oficio. Rabadá-Navarro, la cordada tutelar.
Este fin de semana pasado, mientras me dirigía con mi amigo a las rocas vascas, pásanos por el lado de riglos. Desde ese mismo momento que vi los mallos entendi muchas cosas, pude valorar la magnitud de su belleza y entendi porque Rabadá y Navarro iban tantas veces allí.
ResponderEliminarNo es fácil para un chaval de mi edad descubrir esa mágica cordada de pioneros. Los medios de comunicación solo entienden de pelotillas, modas y parece ser que actualmente si no te mueres en el Himalaya no eres nadie...triste? O quizas haya sido así siempre? No lo se, y de saberlo, creo que mi repulsa seguiría siendo igual de firme. Pero suerte que con ilusión y mucho trabajo hay gente como los chicos y chicas que organizáis el Homenaje de estos dos grandes se conoce algo más que dos escaladores muertos en la cara norte Eiger.
¡Enhorabuena por vuestro trabajo, y ánimos que esto ya esta aquí!
Con muchas ganas de ese Homenaje. El blog brillante.
Un fuerte abrazo.
Miquel