De charla con José Gainzaráin
Alberto Martínez Embid
Nuestro apreciado “Gaínza” lleva años acudiendo a las
tertulias de los jueves en Montañeros de Aragón. Las más de las veces, para aportar
toda clase de datos a quienes están interesados en conocer cualquier recoveco
de su dilatada trayectoria. Así, el tema de Rabadá y Navarro no podía dejar de
aparecer en estas amistosas charlas…
Hace unas semanas, me acerqué por el domicilio de José Gainzaráin
para hablar largo y tendido de diversos temas relacionados con la crónica de
nuestro Club. Me atendió con su cortesía habitual, a pesar del reciente
fallecimiento de su esposa, María Elena; un golpe del que nuestro veterano trata
de sobreponerse con su energía acostumbrada… Y esto es lo que contó “Gaínza”
respecto a los escaladores más descollantes que tuvo Montañeros de Aragón:
“Recuerdo bien que Alberto Rabadá venía mucho por
Montañeros. Entonces no había una brecha tan grande con los escaladores, que
hacían vida con quienes no escalábamos. Por ejemplo, a Pepe Díaz lo conocí en
el cuarto pequeño que entonces tenía el Club en Gran Vía: estaba tocando la
guitarra con otros. Entonces solo teníamos la zona que ahora corresponde a la
Biblioteca: no nos habíamos hecho con el espacio actual, que antiguamente era
el piso de los conserjes. Tuve asimismo mucho trato con Rafael Montaner, quien
también hizo mucho porque hubiera unión entre quienes solo andaban y quienes
escalaban. Y así fue: todo Montañeros estaba muy unido por entonces.
”A los escaladores los tratábamos muchísimo en el tren, cuando ellos iban a
Riglos. Rabadá y Navarro eran muy majos y agradables los dos. No solo les
tiraban las cosas de escalada: a menudo participaban en el resto de las
actividades de Montañeros, donde se mezclaban con todo el mundo. Iban a marchas
de regularidad, a carreras, a esquiar… Sobre todo, Rabadá. Y cuando hablaban, no
le daban la menor importancia a lo que acababan de escalar, ni a lo que
seguidamente iban a hacer. Nos enterábamos de la relevancia de cuanto
conseguían a través del Boletín: en el Club, todos pensábamos que Rabadá y
Navarro eran buenísimos y que nadie más hubiera podido subir por donde ellos lo
hacían. Leíamos sus artículos con un enorme interés, muy orgullosos de ellos.
”Cuando Alberto Rabadá y Ernesto Navarro murieron en Suiza, nos quedamos
todos muy chafados. Fue muy penoso cuando tuvimos que poner en el cuarto
pequeño de Montañeros los féretros, nada más traer sus restos a Zaragoza. Ayudé
a acondicionarlo con Benedí, con el Sebas y con otros. Acudimos en masa al
entierro en Torrero, donde se vio una verdadera multitud. También se hizo una
misa en Riglos, junto al monumento, a la que fue muchísima gente.
”Todo aquello fue muy triste: hay fotos del velatorio y de las misas que todavía
hoy resultan impresionantes”.
Como se ve, escuchar a los veteranos de nuestro deporte
es siempre una experiencia enriquecedora. Sobre todo, si se desea comprender a
fondo alguna faceta del pasado. No todo está en los libros.
"Gainza" en los años 60.PICO DE LA RIPERA 2.822 m
Corredor norte. 8 de mayo de 2013
Un día gris y lluvioso. Alberto y Victor cargan con paciencia sus esquís desde el pueblo de Panticosa. La nieve se ha subido a los 2.000 metros.
Entramos al corredor y la niebla nos envuelve. Hay unas enormes avalanchas y una gran acumulación de espesores y masas de nieve sin caer...
Son 200 metros de canal empinada a 45º y un corto tramo helado. Itinerario nº 33 de la guía "Sabocos-Comachibosa" Arriba se abre el embudo y alcanzamos la arista. LLueve y me quedo helado. Por gilipollas, me he dejado el impermeable en casa. Los tres vamos hasta la cumbre y decidimos renunciar a crestear hasta la Tendeñera. En esa niebla tan densa podríamos no encontrar nuestro collado y amanecer en los barrancos avalanchosos del Valle de Otal. El corredor se destrepa bien y oimos caer pequeños aludes de pared. Alberto y Victor se calzan los esquis. Serán casi doce horas de actividad para subir y bajar un desnivel de más de 1.700 metros.
En rojo, trazado del corredor norte del Pico de la Ripera
Alberto llegando a la cumbre
Victor se va para la cumbre
No para de llover, hay que descender, me estoy empapando
Placa en memoria de un joven escalador británico fallecido en la Ripera
1973-2013 PRIMERA INVERNAL A LA CARA OESTE DEL NARANJO DE BULNES. UN RELATO DE CÉSAR PÉREZ DE TUDELA EN EL 40 ANIVERSARIO.
La
emoción. XL Aniversario de aquella escalada al Naranjo de Bulnes
(febrero 1973) que transmitió a España la verdad del alpinismo. Portadas
en los diarios, Crónicas en la televisión, Editoriales en las páginas
de Opinión…
España siguió con temor -durante dos semanas- una escalada que podía convertirse en una tragedia anunciada
La
vida es en definitiva momentos. Esos instantes esenciales que llevan
sustancia, con el escalofrío de la emoción intensa, la alegría o la
constante incertidumbre… del que vive casi en los sueños, tan frecuente
en las escaladas de las cimas.
Y trato de volver al ayer, recordando esas vivencias de hace más de 40 años…
Dudas…
¿Seré capaz?… ¿Por qué he cambiado mis cómodas expediciones de
explorador-periodista por esta escalada popularmente calificada de
trágica?
El desánimo
Si esta incertidumbre continua, si la pared no
se limpia del hielo que la acoraza, si las decenas de periodistas que
nos siguen desde Cabrales, o desde Potes, no nos dejan tranquilos,
metiéndonos prisa, yo debería fracasar. Más aún quería probar el sabor
del fracaso tras unos años de éxitos rotundos limpiamente logrados: la
pared del Eiger, entonces la más dramática y temida escalada de la
Tierra, la primera al Badile, mis respuestas de montañismo y
expediciones ante una España que vivía pendiente de la Televisión… ¡No
se podía triunfar siempre!
Veo
al Ardilla cómo escala con increíble seguridad los difíciles pasajes de
la entrada de la pared, limpiando el hielo de los pequeños agarres,
colgándose valientemente de sus dedos desnudos….
Y sé que pensé: con este compañero me atrevo a todo y voy a seguirle con riguroso cuidado.
Pero
a mi memoria llegan también momentos de oscuridad, ascendiendo en una
noche sin luz, hacia la salida de los “Tiros de la Torca”, para
encontrar los equipos de supervivencia, sin ningún seguro, escalando
rocas y nieve inestables, sintiendo el riesgo total, asegurado
lejanamente por el Ardilla sesenta metros más abajo, para luego
descender cargado con la pesada mochila, como si estuviera en un sueño o
fuera sonámbulo. -Si no caigo será un milagro- Así fui aceptando ese
riesgo inevitable –posiblemente excesivo- Algo muy próximo.
Al
día siguiente me sentía un “condenado” por mí mismo, a seguir
escalando, tras un incomodo vivac lleno de sueños trágicos,
enfrentándome a la entonces problemática travesía, con las grandes botas
dobles, en equilibrio, en unos pasajes sin garantía de seguros hasta
alcanzar la reunión conocida con el nombre de la “Guitarra” desde la que
tenía que “rapelar” colgado de una clavija que se movía con la mano.
Deberé
de seguir confiando solo en mí mismo, dudando a cada paso de mis
facultades, probando y entusiasmándome a la vez de mi valentía, o quizás
sería más adecuado llamarlo audacia, consiguiendo paso a paso ir
llegando a esa zona con mejores perspectivas de apoyos y agarres.
Después
vivía esos instantes fantásticos de alegría incomparable viendo que lo
estaba consiguiendo. ¡Qué maravilloso es saber que el valor me ha
asistido y quizás guiado en esos momentos de dificultad, que ese día
eran extremos o a mí así me lo parecían!
La
llegada al vivac, a la exigua repisa llena de nieve, en donde
vivaquearíamos por segunda vez, esperando el atardecer, mirando como las
avionetas y los helicópteros provocaban la caída de nieve y del hielo
con sus evoluciones sobre nuestras cabezas, fotografiando las
impresionantes escenas que nuestra presencia propiciaba, antes nunca
transmitidas por televisión a toda España, ni fotografiadas… Eso era
alpinismo en estado auténtico… Por
un radioteléfono -como un milagro- nos llegó el pronóstico que Mariano
Medina –el hombre del tiempo- había elaborado para nosotros. ¿Es que
éramos tan importantes?
Más tarde, noche cerrada, esperando el amanecer, entonamos canciones,
ejerciendo ese precioso compañerismo junto al Ardilla y al lado José
Ángel Lucas con el Murciano –nuestros rivales- pero… en esos momentos de
peligro –nuestros amigos- con quiénes compartimos el equipo y los
escasos alimentos…
El amanecer… Reemprendiendo la acción, superando cansancios, ejercitando esos equilibrios y esfuerzos con frío y con viento…
Parecía
que lo estábamos logrando tras superar el enorme “Diedro” en una
constate escalada espectacular. El Murciano y José Ángel Lucas habían
ido delante, al confundirme yo a partir del vivac.
Yo sentía el cansancio de mis 30 años –ya era un veterano- cargado de pesadas cuerdas recuperadas, imparable hacia la cima.
Enseguida llegó la noche y tras la cima planteamos el descenso del “Anfiteatro” acorazado por las intensas nevadas, que el Ardilla resolvió con maestría y seguridad haciendo ocho o diez rapeles.
Descendiendo
por la “Canal de la Celada”, paramos los cuatro para recuperar el
aliento, fue cuando el Ardilla dijo con la ingenuidad de un niño: “Ahora no podemos saber lo contentos que estamos”
En 2007 la cordada de Juan Nadal y Carmelo Torrijo trazó un moderno itinerario siguiendo la línea más directa por el centro del Espolón norte. Es la vía "Jesús Yarza", sólidamente equipada con abundantes parabolts y clavijas convencionales lo que la hace muy atractiva para los escaladores modernos, reticentes a los terrenos de aventura, sin seguros y con mucha exposición.
En un principio me sentí contrariado por la vía de mi buen amigo y compañero de escaladas Carmelo Torrijo, ya que de hecho, la "Vía Jesús Yarza", coincide bastante, o va muy próxima, a la vía "Espolón norte" que abrí en 1977 con otro magnífico escalador, Francisco Estaún.
Ha quedado acreditado que Carmelo y Juan Nadal desconocían la existencia de una vía en el espolón norte del Aspe. La circunstancia además, de que la hayan dedicado a mi buen amigo Jesús Yarza, persona a quien tantos favores debo, me hace ver el asunto en positivo. Ahora, gracias al moderno equipamiento instalado por Torrijo y Nadal, muchas cordadas se aventuran en ese formidable bastión de placas. La ruta antigua, más sinuosa y comprometida apenas se había repetido aunque nunca pasa de Vº. Dicho esto me gustaría que las paredes de la alta montaña, en especial el querido Aspe, con su roca noble y franca, se mantuvieran en el espiritu de riesgo y aventura que muchos escaladores esperan encontrar en los Pirineos.
Buen detalle de sus amigos y compañeros que recuerden al escalador britanico. Queda eterno en las cumbres, no hay mejor homenaje.
ResponderEliminarUn saludo.
Miquel.
Pues ese muchacho tendría 18 años. Desconozco cuales fueron las circunstancias de su muerte. La placa está en una zona de bloques, nada más pasar el torrente, a unos 1.800 metros de altitud, debajo justo del Pico de la Ripera.
ResponderEliminarVete a saber, puede ser que se hubiera desorientado, o bien, un ataque al corazón o se despeño por el monte...
ResponderEliminarEn las alturas no se puede bajar la guardia, nunca se sabe que puede suceder. Por esa razón, le da un misterio aventurero.