Juan
José Díaz Ibáñez
Anuario
de Montañeros de Aragón 1995-1996, 1996
La vía de las Brujas al
Tozal del Mallo, en Ordesa, fue abierta por Alberto Rabadá, Ernesto Navarro y
Juan José Díaz, los días 27, 28 y 29 de junio de 1963. Recorre la pared en su
parte más alta, y es, sin duda, una de las grandes rutas clásicas del Tozal.
Las brujas de la vía (1962)
Aquel 27 de junio de 1962, no lo habíamos empezado
con buen pie. Primero, Navarro tuvo que quedarse en Zaragoza por unas
inoportunas anginas y ahora, por tercera vez, el coche nos dejaba tirados en la
cuneta, un kilómetro antes de llegar a Sabiñánigo. A punto del infarto, veíamos
alejarse al dueño del coche (un conocido de Alberto Rabadá), en busca de algún
taller en el cercano pueblo. Nos costaba trabajo renunciar a la idea de hacer
una nueva ruta en la pared sur del Tozal, después de casi año y medio planeando
hasta sus mínimos detalles.
Sumido en mis negros pensamientos, casi no vi
aparecer la furgoneta. De ella se apearon nuestro sufrido conductor y un
mecánico gordito con cara de cachondo, enfundado en algo que debía ser un mono,
a juzgar por las manchas. Se metió literalmente dentro del motor y, en menos
que canta un gallo, dejó aquella cafetera como si fuera un fórmula uno.
Horas más tarde, sin importarle los repechos del
Cotefablo ni las curvas de entrada al Valle, nuestro rejuvenecido bólido hacía
al fin su entrada en Ordesa, con el consiguiente alivio por nuestra parte.
Dispuestos a perder el menor tiempo posible,
organizamos toda nuestra impedimenta. El calor era sofocante, pero preferíamos
ignorarlo. Tampoco queríamos pensar demasiado en el costarrón que nos esperaba, así que, apenas sin comer, emprendimos
la subida. Ya casi de noche, cargados como mulos, alcanzábamos la base del
Tozal, dispuestos a vivaquear en la pequeña cueva que hay al pie de la pared.
A pesar del cansancio, aquella noche me costó
conciliar el sueño... ¿Cómo íbamos a subir todo el peso? Al no venir Navarro,
éramos sólo dos. Sumando nuestros bultos, teníamos: dos mochilones, un petate de comida y agua para tres días, todo el
material de escalada... y una enorme cámara de 16 mm, que Rabadá se empeñó
en subir a toda costa.
Ante la nueva situación, intenté convencerle para
que la dejara. Inútil pretensión por mi parte: al amigo Alberto le había
entrado un repentino furor por el Séptimo Arte y, por aquel entonces, debía de
estar al borde del paroxismo.
El amanecer del día 28, nos sorprendió en plena
faena. Había que aprovechar las horas frescas de unas jornadas en las que el
calor era el denominador común. Buscamos con las linternas el inicio de la vía,
trepando en libre hasta una plataforma. Poco después, veía a mi compañero
remontar el primer largo, desapareciendo como un felino en la oscuridad. Le
seguí y, a continuación, iniciaba el siguiente tramo, ya entre dos luces.
Alcanzando una confortable repisa, tras instalar dos buenos seguros, comenzaba
a izar uno después de otro los bultos. Esta sería la dinámica para los
cuatrocientos cincuenta metros en desplome que teníamos encima.
Tras una sucesión de diedros y chimeneas de roca
más que aceptable, entramos en una zona de fuerte dificultad. Estábamos
contentos pues, para ser nueva la ruta, las cosas iban marchando.
El tiempo, en cambio, pasaba sin darnos cuenta, y
el esfuerzo continuado bajo aquel sol implacable lo empezábamos a notar. La
reserva de agua había mermado considerablemente, y así se lo hice notar a mi
socio, pero él estaba por encima de estas miserias terrenales. Pegado a su
inseparable Paillard, todo lo que no
fuera escalar o filmar, carecía de importancia. Irónicamente, se me ocurrió
decir que “estaba un poco harto de tanto cine”. Este comentario debió enojar a
los Dioses del Celuloide, cuyo
castigo sobre mí caería poco después.
Estaba a punto de superar un resalte, cuando empecé
a notar con terror cómo la clavija sobre la que traccionaba se salía hacia
fuera. En aquel momento, Alberto, completamente ajeno a mis apuros, gritaba
desde abajo, mientras me filmaba: “¡Saca el cuerpo más afuera!”..., añadiendo
con entusiasmo: “Esto va a ser lo mejor del reportaje”. No tuve tiempo ni de
protestar. En un abrir y cerrar de ojos, todo giraba a mi alrededor en medio de
un ruido de clavos y piedras sueltas. Cuando quise darme cuenta, estaba junto a
él, colgando como un chorizo. Tenía las manos ensangrentadas y alguna magulladura,
pero la cosa no pasó de allí. Viéndole la cara entre asustado y guasón, sólo
pude exclamar: “¡Joder, qué oportuno eres!”.
Aprovechando la ocasión, hicimos un alto para comer
algo. Apenas nos habíamos concedido un minuto de tregua, por lo que nos vino
muy bien. Repuestos del incidente, Rabadá intentó relevarme, pero para mí era
ya cuestión de amor propio y decidí continuar. Superado el resalte, escalé
hasta agotar la cuerda, buscando un sitio cómodo donde asegurar. Una vez
instalado, alcé la vista y –me avergüenza decirlo–, viendo lo que venía
después, me alegré de no haber cambiado el orden. El siguiente tramo comenzaba
con un muro extraplomado sin apenas agarres y con escasas fisuras, en su
mayoría ciegas. Realmente, aquello no debía preocuparme, pues el fenómeno que
tenía a mi lado era capaz de superar esto y mucho más. Tras una rápida ojeada,
me traspasó la cámara con una sola
recomendación: “Tú mira por el visor y aprieta el gatillo, lo demás ya está
preparado”.
Y empezó a elevarse como si alguien le izase desde
arriba. No era la primera vez que le veía actuar en situaciones comprometidas.
Alberto era una máquina de escalar: resistencia, agilidad, intuición y fuerza
eran elementos innatos en él. Absorto en sus evoluciones, atento a la maniobra
con las cuerdas, filmaba cuando podía, sin advertir que el carrete se me había
terminado... Esto nos llevaría a una pequeña bronca, a pesar de que yo ya le
había dicho que tenía poco que ver con los hermanos Lumière.
Quedaba
poco día y el cansancio empezaba a notarse. Los brazos se negaban ya a izar una
y otra vez aquellas agotadoras cargas. Ahora, nuestro deseo era llegar a la plaza de Cataluña, esa gran cornisa
ubicada en el centro de la pared. En el último largo, el petate se empotraba
por enésima
vez en una chimenea. Rabadá tiraba con todas sus
fuerzas desde arriba, pero sólo conseguía encajarlo más. La solución era
dejarlo hasta el día siguiente, mas la cuerda de unión entre ambos también
había quedado bloqueada en el atasco. Agotados todos los recursos, ya
completamente de noche, debíamos tomar una decisión. No quedaba otra
alternativa que intentar llegar hasta la chimenea, a riesgo de salir nuevamente
por los aires. Sin pensarlo demasiado, con la linterna entre los dientes y con
más miedo que alma, recorrí aquellos interminables metros.
Afortunadamente, no fue difícil deshacer el lío. Un
alarido de triunfo anunciaría que mi compañero tenía el saco en sus manos. Yo
aferrado a la roca más abajo, sólo escuchaba los latidos de mi corazón, a punto
de salirse de mi cuerpo.
Vivaqueamos cómodamente en aquella inmensa cornisa,
sin apenas prestar atención a la maravillosa perspectiva del Parque. La luna
recién salida había inundado el valle con su luz misteriosa, pero, en aquellos
primeros momentos, nuestra máxima preocupación era dar cuenta de una suculenta
fritada, que mi querida cónyuge había preparado al efecto. Auténtica comida de diseño, con arreglo a la más moderna
tecnología de entonces.
Cuando despertamos, nuestro desencanto no tenía
límites: veíamos, con estupor, la imposibilidad de continuar verticalmente, ya
que nos cerraba el paso un enorme techo, impracticable con los medios de
aquella época. El más desconsolado era Alberto... Sin querer rendirnos a la
evidencia, hicimos un flanqueo buscando el paso clave, pero la desilusión y el
agotamiento habían hecho mella en nuestro ánimo, por lo que decidimos
abandonar. Deseando acabar con la situación, iniciamos el descenso y, tras una
serie de rápeles, pisábamos tierra firme al filo del mediodía.
Ya en el suelo, y una vez saciados el hambre y la
sed en el cercano arroyo de Salarons, empezamos a ver la vida de otra manera.
Fue en ese momento cuando Rabadá, recostado en la hierba y mirando fríamente al
Tozal, dijo, como pensando en voz alta: “Esto está lleno de brujas”. Y éste es
el origen del nombre del itinerario.
Nota: Como para confirmarlo, al cabo
de unos días recibimos la película revelada, con una duración aproximada de dos
horas. Había un pequeño inconveniente: por error en el diafragma, salió
completamente velada.
Vía de “las Brujas” (1963)
Un año más tarde, esta vez con la inclusión de
Ernesto Navarro, tal y como estaba previsto al principio, llegamos nuevamente
al pie del Tozal. Alcanzamos, una vez más, la plaza de Cataluña y, tras el flanqueo previsto en el anterior
intento, terminamos la ruta, llegando a la cima cerca del espolón oeste.
Quedaba rota, por tanto, la idea inicial de una vía recta, lo que, por
supuesto, no gustó a ninguno de los tres.
Tan contrariados nos sentíamos que decidimos
regresar para enderezar la vía. Por desgracia, un mes más tarde, aquella
promesa se quedaba para siempre con mis compañeros Rabadá y Navarro, en la
pared norte del Eiger.
4ª ASCENSIÓN, PRIMAVERA DE 1973.
Jesús Vallés, leyendo una revista en la reunión, junto a Jean Pierre Mermillod que moriría ese mismo verano en el espolón Walker de las Grandes Jorasses
Vibrante relato, plagado de emociones del veterano escalador Pepe Díaz. Deja de manifiesto que no fueron capaces de afrontar una salida directa por la cara sur y los techos que sobrevuelan la "Plaza de Cataluña" les obligaron a oblicuar hacia las inmediaciones del espolón oeste donde la pared ya no es tan vertical. Con todo es una vía magnífica con una primera parte difícil y sostenida y otra mucho más relajada una vez que se consigue superar el primer largo fuertemente extraplomado. Era mi primer vivac en pared y tras dejar equipado el extraplomo me descolgué mientras mis compañeros, desde la Plaza de Cataluña me "entraban" a la cornisa. De pronto las cuerdas del descuelgue se atascaron y quedé suspendido en el vacío atado con un nudo "as de guía" que enseguida comenzó a asfixiarme. Abajo mis compañeros nada podían hacer así que con todas mis fuerzas trepé a pulso esos quince metros salvando la vida aquella vez. Desde entonces siempre pongo cintas largas y abundantes mosquetones para que las cuerdas deslicen bien.
La 2ª ascensión de "Las Brujas" fue conseguida por la cordada del catalán César Comas. La 3ª por Louis Audoubert y Marc Galy. En la cuarta ascensión estuvimos Fernando Orús, Valentín Asensio y tres franceses que iban delante, Francis Tomas, Bernard Lacaze y Jean Pierre Marmillod. A éste último lo invitamos a escalar en Riglos pero no pudo ser. Ese verano murió con su compañero en el Espolón Walker de las Grandes Jorasses.
APOSTILLES A L´OUVRAGE JEAN ET PIERRE RAVIER. 60 ans de pyrénéisme.
Pierre Ravier en la "caverna"
Desde el Salón del libro de Pau recibimos esta obra para que los devotos del pirineísmo que ya posean el libro dedicado a los hermanos Ravier puedan deleitarse con las deliciosas y pormenorizadas explicaciones que nuestro amigo Pierre Ravier "apostilla" para cada una de las fotos que ilustran esa joya . Seis años han pasado desde la aparición de la obra de Jean Francois Labourie y Rainier Munsch "Bunny", ya fallecido.
APOSTILLES es una obra selecta, íntima y personal. Redactada por un hombre culto y delicado, un formidable escalador, apasionado por la cultura pirenaica, sus paredes y sus protagonistas. Pierre Ravier denomina "La Caverna" a ese rincón de su casa en Burdeos, el más apasionante archivo, museo o como pueda definirse. Para mi, que he tenido el placer de visitar esa "caverna" unas cuantas ocasiones, se trata de un auténtico santuario del pirineísmo donde consultar multiples escaladas de nuestra cordillera mientras Pierre y su esposa Maite, solicitos y hospitalarios, nos obsequían con un buen vino de Burdeos y unas ostras de Arcachon. Jean y Pierre, Pierre y Jean, lo mismo da. Son la lealtad y la comprensión personificadas, siempre atentos a recibir al amigo, siempre cuidadosos para visitarlo. Y es que como personas Jean y Pierre Ravier están a la altura de sus escaladas y con esto ya está dicho todo.
Editions du Pin á crochets
57 rue Carnot
Pau
France
editionspinacrochets.com
AMIGOS DEL BLOG: DESDE LA VERTIENTE NORTE DE SIERRA NEVADA. CIRCO DEL MULHACÉN.
La cara norte del Alcazaba vista desde la cara norte del Puntal de la Caldera.
Paloma llegando a la cumbre.
Nuestros amigos de Alicante y Almería intentaron estos días repetir la cotizada vía "Ruptura democrática". Ante las dificultades sobrevenidas optaron por un itinerario más cómodo en el "corral", circo norte, del Mulhacén. Es la vía "Mauleón" menos exigente.
Mi experiencia en esta vertiente se ciñe a dos rutas en la cara norte del Mulhacén y el Espolón norte del Alcazaba. ¡Nada que envidiar a los Pirineos!
INVIERNO EN LOS PIRINEOS. POCA NIEVE Y MUCHO VIENTO. PICO CANALES 2.142 m, PETRUSO 2.189 m, CICUTAR 2.077 m.
Con Pedro e Ignacio, de Barcelona, Panchita y unos chicos asturianos hemos recorrido algunas cumbres menores al sur de Peña Telera pues en lo alto soplaban ráfagas de más de 100 kxh.
Subida al Canales.
Col de Peña Gabacha. En rojo la vía normal. En circulo "Panchita". Al fondo Telera.
El Espinazo del Diablo (Pilier S.O) a la Peña Retona 2.779 m es una preciosa ruta de dimensiones alpinas, 700 m de desnivel, buena caliza al principio, frágil y quebradiza en la cresta cimera. IIIº y IVº, equipada con una docena de pitones esperando una repetición invernal. 1ª ascensión, octubre de 2003, Gerardo Landa y Jesús Vallés. 14 horas entre subir y bajar desde Acumuer. Ya ha sido repetida por expertos escaladores que la catalogaron de "facilona" . ¡Muy bien! El día 8 de diciembre presentaba este magnífico aspécto desde el pico Cicutar.
La silueta fugaz de un sarrio se perfila en el horizonte. Nos recuerda que nuestras montañas están llenas de vida. Sarrio valiente, el frio y la nieve no te inquietan demasiado. Estás en tu casa, campeón.
Foto: Eduardo Viñuales
EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA EN ZARAGOZA.
RUWENZORI, MONTAÑAS DE LA LUNA.
Nuestros amigos Lorenzo Pueyo y Joaquín Muñoz presentan una exposición de fotos de su ascensión a estas exóticas montañas de Africa. Podrá contemplarse los jueves 20 y 27 de diciembre y el jueves 3 de enero en la sede de la Asociación Cultural "Tertulia Albada". c/ Fray Julián Garás nº 2, bajos (Junto al canal imperial)
de 20 a 22 h.
¡¡RESTABLECIDA UNA PERRITA ESCALADORA!! PITA VUELVE A LA NIEVE
Muy pocas cimas se le resisten a esta perra: Anayet, Balaitous, Brazato... y un largo etcétera de montañas en nuestros Pirineos, siempre acompañando a nuestro amigo Juanito de Panticosa. Este verano estuvo en tratamiento veterinario por problemas de salud. ¡Los años no pasan en balde, eh Pita! En este blog siempre hay sitio para perritos y otras mascotas que nos hacen compañía en este valle de lágrimas. Si supiera encordarse haría una cordada formidable con mi perra Panchita.
Nota: Observar el reflejo del agua en la foto. ¡Chulo eh!
Jesús!
ResponderEliminarMuchas gracias de nuevo por la estupenda travesía que nos preparaste en las tierras guardadas por tu acogedor refugio!
Espero que nos prepares otras inolvidable travesía pronto!
Un fuerte abrazo desde Barcelona,
Ignacio
Un "hurra" por Pita, mitad can mitad sarrio, y un fuerte abrazo para su dueño Juanito.
ResponderEliminarEdu Viñuales.