Apuntes sobre Alberto Rabadá
Alberto Martínez Embid
En Montañeros de
Aragón más que en ningún otro lugar, las figuras de Alberto Rabadá y Ernesto
Navarro constituyen auténticos mitos. No resulta extraño que, durante añadas, se
puedan recopilar las más variadas anécdotas sobre la personalidad de los
componentes de la célebre cordada aragonesa. En el curso cualquier conversación
con quienes les trataron, afloran de un modo natural mil peripecias con las que
conformar el perfil de estas dos “máquinas de escalar”. Muy especialmente sobre
Rabadá: en el recuerdo colectivo del Club permanecen muy vivos su alegría, sus
bromas, su irrefrenable energía o su pasión absoluta por lo vertical. No en
vano, el socio número 1.092 de “Montañeros” ingresó en dicha entidad en abril
de 1957, participando con frecuencia en su vida deportiva y social…
Hacia 1997, me decidí
a solicitar un retrato a diversas personas del núcleo cercano de estos escaladores.
Deseaba publicarlo en el Boletín de Montañeros de Aragón, que entonces todavía se
editaba “a papel”. Mi sorpresa resultó mayúscula cuando llegaron las excusas. Aunque
envueltas en amables palabras, siempre con sus inamovibles negativas. Así
comprendí que escribir sobre los mitos, cuando éstos se hallan tan cercanos a
nosotros en el tiempo, plantea barreras complicadas de superar.
Cuando ya daba el tema
por cerrado, acerté a hablar con Amelia Roy, la viuda del escalador jacetano
Rafael Montaner. Con su amabilidad habitual, se comprometió a redactarme unas
líneas sobre ese Alberto Rabadá que ella tan bien conociera. El resultado fue
un retrato entrañable y vívido que sobrepasó todas mis expectativas. Sería
publicado dentro del Boletín de Montañeros de Aragón número 55 de la III Época,
correspondiente a octubre-diciembre de 1998. A despecho de tratarse de un
artículo que ha sido citado por diversos trabajos sobre nuestros evocados trepadores,
parece oportuno reproducirlo de nuevo. Con su “Alberto Rabadá”, Amelia
construyó una entrañable semblanza del amigo de su asimismo desaparecido esposo:
Relato de Amelia Roy
Relato de Amelia Roy
“Me piden que cuente algo sobre Rabadá, pero
que no sea ni de escalada ni de montaña, pues de eso ya hay mucho escrito. En
su recuerdo, que nos dejó hace tanto tiempo, y de otra persona para mí muy
querida que también se fue, que convivieron y lucharon juntos día a día por
aquello que querían, rebuscaré en el baúl de los recuerdos (como dice la
canción) y sacaré lo que pueda.
”Alberto era una persona estupenda. Desde mi
punto de vista de mujer, un hombre guapo, de cara angulosa, unos ojos que
taladraban al mirar, boca bien dibujada bajo la sombra de un espléndido bigote
del que presumía. Sus manos eran grandes y fuertes. Toda su persona desprendía
una fuerza especial, no sólo física, sino afectiva. Reía con toda su alma de
las cosas buenas o malas que le pasaban.
”Venía muchos sábados a comer con Rafael, y
al principio le decía que me avisaran, no para preparar más comida, que había
suficiente, sino para que preparase pan, pues no he visto en mi vida persona
que untase más pan, en todo tipo de guisos. Mi marido decía: ¡Éste mojaría pan en un charco!. Nada
tenía de extraño verle aparecer con un enorme pan bajo el brazo cuando sabía que
la comida se prestaba a ello.
”No diré si era el mejor o el peor escalador
de los que formaban el grupo de amigos, pero sí puedo asegurar que era el que
mejor bailaba. Recuerdo un baile que hicimos para recibir a Pepe Díaz y a José
Antonio Bescós al regreso de la primera expedición de 1961. Estábamos en el
chalé de unos amigos y pasábamos la noche allí, para seguir la fiesta al día
siguiente. Nos pusimos de acuerdo todas las chicas en que a Alberto no le
dejaríamos pasar ni un minuto sin bailar, para cansarlo al máximo. Y así fue.
Serían las cuatro de la mañana, cuando dormía como un leño en un rincón del
jardín, momento que aprovechamos las féminas para teñirle de rubio platino su
flamante bigote.
”En otra ocasión, me pidió que le hiciera un
pollo con tomate, que era lo que más le gustaba, pues quería marcharse a
escalar a la Peña de Don Justo con una niña. Y nunca mejor dicho: la niña en
cuestión tenía dieciséis años. A nosotros nos parecía una tontada, pero él
estaba entusiasmado. Cuando el lunes vino al taller y le preguntamos, nos dijo
echándose a reír: Nada más bajar del
tren, se ha ido con un chico de su edad que nos hemos encontrado. Yo le
comenté: Está visto que no aprenderás
nunca. Si te hubieras llevado una chica de tu edad, la hubieras hecho la más
feliz del mundo y, encima, ella habría puesto la comida. Pero eres como eres.
”Cuando vino a despedirse antes de partir
hacia el Eiger, la última vez que lo vimos, su aspecto era un poco patético:
llevaba el pelo muy mojado y la cara como de no haber dormido en toda la noche.
Te entraban deseos de cogerlo como a un niño pequeño cuando lo sacas del baño y
frotas con una toalla para secarlo bien y darle calor. Se fue, y pasó lo que
pasó. Era un hombre que vivía al límite.
”Hoy sus risas ya se han perdido, pero estoy
segura de que cuando los dos cogieron la senda del Más Allá, cargados con todos
los sedimentos que la vida había depositado en ellos, hablarían como otras
tantas veces lo habían hecho […]”.
En cuanto a Ernesto Navarro… Obtener unas
líneas que reflejaran su personalidad iba a resultar una labor algo más sencilla.
Un relato tierno y conmovedor que nos recuerda la adolescencia de cualquier escalador, los flirteos, amores, en fin, sus tribulaciones con el sexo "débil", que todos, y todas, hemos vivido en esos años inquietos de la adolescencia.
Precisa y entrañable la memória de Doña Amelia Roy, viuda de otro personaje muy querido por nuestra generación, Rafael Montaner, el protector de los jóvenes escaladores, (yo mismo le debo muchísimos favores), siempre dispuesto a darles algún trabajillo en su fábrica o a financiar una cena en la noche zaragozana. Personalmente opino que un buen amigo es, en primer lugar, el que se ocupa de que estés bien alimentado, y aquella generación de compañeros de Alberto Rabadá tenían esto muy claro.
¡Bravo por los pioneros!
NUESTROS AMIGOS DEL BLOG HACEN
CUMBRE EN EL LISKAMM OCCIDENTAL
4.479 m
Celebramos la esforzada ascensión de Andrés Benesiu y sus compañeros de Alicante y Almería en sus vacaciones alpinas en la región del Valais, a caballo entre Italia y Suiza.
¡Muy bien chicos!
En la Maladeta, en el Vignemale, nuestra amiga y colaboradora Ameli Pueyo ha completado un duro y exigente entrenamiento antes de partir de expedición al Mugzta Atta, de más de 7.500 m de altitud junto con sus compañeros Joaquín Muñoz y Lorenzo Pueyo. Seguro que lo van a conseguir y estarán con nosotros el próximo otoño de 2013 en Mezalocha organizando el Homenaje a Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. ¡¡Suerte amigos!!
NUESTROS AMIGOS DEL BLOG HACEN
CUMBRE EN EL LISKAMM OCCIDENTAL
4.479 m
Celebramos la esforzada ascensión de Andrés Benesiu y sus compañeros de Alicante y Almería en sus vacaciones alpinas en la región del Valais, a caballo entre Italia y Suiza.
¡Muy bien chicos!
En la Maladeta, en el Vignemale, nuestra amiga y colaboradora Ameli Pueyo ha completado un duro y exigente entrenamiento antes de partir de expedición al Mugzta Atta, de más de 7.500 m de altitud junto con sus compañeros Joaquín Muñoz y Lorenzo Pueyo. Seguro que lo van a conseguir y estarán con nosotros el próximo otoño de 2013 en Mezalocha organizando el Homenaje a Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. ¡¡Suerte amigos!!
me ha gustado mucho este relato, más que otros sobre escaladas y tragedias. nos acerca más la personalidad entrañable de estos grandes escaladores.
ResponderEliminarmucha suerte para Amelia, Lorenzo y Joaquín!!!
un saludo
Félix
Mira Félix, a mi me da un no sé qué de que van a subir. Si las condiciones acompañan un poquito, claro.
ResponderEliminarUn saludo.