Mi primer contacto con el circo de los Mallos fue en 1974.
Sin prepararlo, sin pensarlo siquiera, tres amigos, Alfonso del Corral, Fernando Orús y yo, los tres con dieciocho años, nos encontramos una mañana de agosto, muy tarde por cierto, a las diez pasadas, al pie de los nichos extraplomados donde tiene su inicio la vía "Ursi-Navarro" al macizo del Pisón y que trece años después de su apertura todavía no había sido repetida.
Armados con dos docenas de clavijas en "u", viejas "melillas" y pesados "féretros" nos fuimos abriendo paso por el gigantesco diedro-fisura dejando atrás la cornisa donde vivaquearon Ursicino Abajo y Ernesto Navarro en 1961. Al final del día un extraplomo terroso me cerró el paso y, de pronto, la oscuridad nos cayó encima. Me descolgué hasta mis compañeros de cordada y nos dispusimos a pasar la noche colgando de los estribos en la peor reunión de la vía. Al amanecer Fernando consiguió forzar el desplome en un pasaje de extrema dificultad y así pudimos salir de aquella aventura severa y comprometida.
Unas semanas más tarde, con Alfonso, conseguí tambien la primera repetición de la gran "Chimenea Noroeste", no tan difícil y exigente como la "Ursi" pero más variada y divertida, y al año siguiente escalé al primer intento la marcada fisura "Fuertes-Faguas" con el animoso Carmelo Torrijo.
Justo enfrente cae la sombría "Vía de Verano" (Ursi-Peralta, 1964) y tambien me llamó la atención esa línea de fisuras "milagrosas" que surcan la pared de arriba a abajo. La cordada de Julio Porta y Jesús Ibarzo había salido muy impresionada tras conseguir la primera repetición.Tras un reconocimiento para pillarle el truco a la famosa "Travesía del Bacalao" Gonzalo Prado, Antonio Sánchez, Alfonso del Corral y yo conseguímos escalarla logrando la tercera ascensión.
Yo percibía un terreno muy especial en esas escaladas del circo. Sombrías y enigmáticas, las vías tenían todas ellas la lógica impecable de la geología. La roca era de una calidad inferior a la cara sur del Pisón y su macizo pero a cambio ofrecía unas aceptables condiciones de pitonaje ya que discurrían en general por fisuras y diedros.
Entre la Ursi y la Fuertes-Faguas hay una serie de hendiduras terrosas y musgosas con una cierta continuidad hasta el collado del Pisón. Al final Gonzalo Prado y yo nos enfrentamos a un durísimo muro desplomado de unos veinticinco metros de altura que nos costó más de cuatro horas superar. Se la dedicamos al gran escalador leridano Enric Farreny que acababa de perder la vida en el couloir de Gaube cuando varias cordadas resbalaban enganchadas y Enric logró empotrarse en la rimaya deteniendo la caida pero sufriendo heridas mortales (1976). Creo que la ruta no ha sido repetida y francamente no se puede recomendar. No es bonita pero sí muy peligrosa.
Qué más da un escarpe de conglomerado o un acantilado marino azotado por el oleaje. En la orogenia, en la naturaleza prístina, inmensa y eterna, nosotros encontramos el sentido a nuestras vidas.
Pitón de Güerrio, en el camino al ibón de Bucuesa.
Un pedrusco encajonado, alto de unos cincuenta metros por su cara sur, llama la atención en el Circo de Canals, ese Ordesa en pequeño, no tan pequeño vaya. Pilla un poco lejos, tres horas de caminata desde Acumuer. A cambio un paisaje telúrico, brutal y violento, en los flancos de Peña Retona y Peña Somola, esos gigantes calcáreos que pronto acumularán enormes masas nivosas dispuestas para deslizarse hasta abajo arrasándolo todo a su paso. Mientras tanto es hora de buscar setas, robellones aún mejor, ahora que los Pirineos se visten de otoño y poco a poco, o de golpe como hoy mismo, el frio se hace presente para recordarnos una vez más ¡que el invierno no se lo comen los ratones! ¡Y tanto!
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