Ernesto Navarro, visto por los
suyos
Alberto Martínez Embid
Cierto artículo de
1998 con apuntes sobre la personalidad de Alberto Rabadá reclamaba una contrarréplica…
Con toda lógica dedicada a su compañero, Ernesto Navarro. Sin embargo, el
tiempo pasó y nunca se remataría lo que hubiera debido constituir una pareja de
textos dentro del Boletín de Montañeros de Aragón. Por lo demás, tardaron poco en
llegar al gran público las biografías redactadas por escaladores. No cuesta
nada recordarlas aquí:
PLANAS, Alberto, y PLANAS, David, Rabadá y Navarro. Sus vidas, su técnica y
sus vías actualizadas, Barrabés Editorial, Huesca, 2002.
ELÍAS, Simón, Rabadá y Navarro. La cordada imposible, Desnivel Ediciones, Madrid,
2007.
Sin embargo, desde algunos años atrás existía
una tercera versión, aunque centrada en la trayectoria de Ernesto Navarro. Muy
interesante, pues estaba construida desde la óptica de los paisanos del
desaparecido escalador. He aquí el libro al que aludo:
ARBUÉS CAZO, Carlos, y ARBUÉS POSSAT, José, Más allá de las Rallas. Homenaje a Ernesto
Navarro Castán, Comisión Coordinadora, Fuencalderas, 1995.
Entre
las páginas de esta obra de difusión un tanto limitada, se escondían detalles
biográficos poco o nada difundidos. Veamos un puñado de ellos, sin otro objetivo
que acercarnos a la personalidad de nuestro protagonista de hoy…
Ernesto
Navarro había nacido muy cerca de Riglos: en la Casa Romeo del pueblo de Fuencalderas,
un 24 de julio de 1934. De entre todas cuantas se sirven, hay una anécdota
sobre su infancia que resulta entrañable: siendo monaguillo, Ernesto le echó
moscas al vino de oficiar para que el cura le mandase tirarlo…, y así bebérselo
a escondidas. Mas no por ello hay que engañarse por esta chiquillada: era una
persona seria y formal por encima de todo. Lo sería siempre.
Una
descripción física del escalador hubiera mostrado a un hombre de 1’59 m de
talla y 58 kg de peso. Los Arbués lo describirían como: “Menudo pero bien
proporcionado y, aparte de su excepcional viveza, destacaban en él sus grandes
ojos, que los tenía negrísimos, y su pelo rizado y espeso de un azabache más
intenso aún que el de su mirada”. En este punto, puede ser oportuno recordar
que, más adelante, en el mundillo escalador se le apodaría a nuestro hombre
como “el Ardilla”… Puestos a obtener un mejor retrato de Ernesto, seguiremos
con las visiones de sus paisanos, quienes le adjudicaron “facilidad de palabra
con que se expresaba aunque no fuera especialmente hablador, porque más bien,
antes de dar una respuesta, sus silencios solían ser intencionadamente largos”.
En clase, fue siempre
el primero. Y entre sus compañeros se labró cierta fama de ser un “bromista alegre”,
al igual que lo fue su padre. Además, los amigos de la infancia mencionan una
“agudeza mental que le permitía asimilar muy bien cuanto se le explicaba o,
simplemente, veía hacer a otra persona”. Por no hablar de su reputada “voluntad
de hierro”.
Acercándonos
un tanto a sus sobresalientes actividades deportivas posteriores, se puede
afirmar que en Ernesto Navarro “eran innatas la agilidad y destreza para trepar
por rocas y paredes; era él quien destacaba por su mayor habilidad para acceder
hasta los tejados donde recuperar las pelotas de los juegos infantiles, y su
ligereza para subir a los árboles”. Muy revelador, ¿no?
Con quince años, tuvo que marchar a Zaragoza
para buscar trabajo. Dado que en Fuencalderas había sido aprendiz de
carpintero, Ernesto ingresó en la “Ebanistería Alfredo Arias”. Enseguida
ascendió a oficial y, no mucho después, abría su propio taller en la calle de
La Ripa: la “Ebanistería ENEGE”. Que era tanto como decir: mucho trabajo y
pocas distracciones. Este esfuerzo le supondría una mejora de su posición: tras
vivir en una fonda, en 1955 se traía a dos hermanos con él, ya en piso propio… De
esta época inicial en la capital maña, quienes lo trataron reconocen su “innata
bondad y carácter de obligatoriedad que se imponía para el estricto
cumplimiento de aquello a lo que se había comprometido”. Asimismo, citan un
espíritu “jovial, rozando la sana ironía”. Aquellos serían años no de escaladas,
sino de “alguna salida con excursión a la montaña”, recurriendo al ferrocarril
canfranero combinado con el autobús de Ayerbe, para visitar a los suyos en
Fuencalderas.
En la trayectoria del futuro gran
escalador iba a ser esencial el periodo militar, que arrancó en marzo de 1956…
Los Arbués esto afirman sobre su incorporación a filas en el cuartel de la
calle de Hernán Cortés de Zaragoza: “Allí fue donde conoció a Alberto Rabadá
Sender, ya experto montañero y escalador, un año mayor que Ernesto, con quien
inmediatamente trabó una profunda amistad”. A nadie extrañaría que las
profesiones de ambos, tan complementarias, sirviesen como pegamento. De esta
fase de sus trepadas iniciales, se recuerda cierta salida para escalar con
Alberto durante un permiso, que se saldó para Ernesto con la rotura de una
pierna…
No
seguiremos adelante. Gracias a Carlos y José Arbués, hemos podido conocer algo
más acerca del carácter de Ernesto Navarro. A quien ya le aguardaban sus
vertiginosos lances verticales. Una porción de su biografía, ciertamente, mucho
más difundida…
Imágenes:
01: Ernesto Navarro (Montañeros de Aragón, cuadro del salón social).
02: Riglos desde peña Ruaba (Anónima, Boletín Montañeros de Aragón 62,
1960).
03: El Pisón y el primer refugio de Montañeros (Anónima, Boletín Montañeros
de Aragón 83, 1965).
04: El Pisón desde el Fire (Morales, Boletín Montañeros de Aragón 30,
1976).
Estas valiosas aportaciones del escritor y montañero Alberto Martínez Embid aportan al blog del Homenaje a Rabadá y Navarro un caracter documental, casi historico, que nos revela aspectos humanos simpáticos y de enorme interés.
TOUR, SERRÉ, AL MIDI D´OSSAU.
La vuelta al Pic du Midi d´Ossau es una excursión preferida por senderistas que se conforman con admirar a este gigante de los Pirineos a una distancia "prudente". A tal efecto existe un buen sendero perfectamente balizado, ideal para un apacible día de pacífica "randonnée".
Pero la vuelta serré (apretada), al Midi d´Ossau, se pasa por terrenos más "picantes", fuera de traza en su mayor parte y muy cerquita, casi pegados a las murallas de la vertiginosa cara norte. Personalmente recomendamos hacerla en el sentido de las agujas del reloj: Refugio de Pombie, Col de Peyreget, Circo del Embarradere, Cuernos y Circo de Mondheils (norte), bordear bajo la Brecha de los Austriacos, ganar luego la Brecha de Mondheils para llanear por un senderito empinado que sale al pie de la via normal y al Col Souzon y de nuevo al refugio de Pombie. En cuatro horas se hace bien sin precisar ningun material de montaña. Recomendables guantes para proteger las manos en las pedrizas y rocallas.
Recuerdo haber barajado esta página suya entre las mías favoritas, por ahí andará revuelta, y si no la pesco al relance, bloc–gando altrove, se me pasa ud, maestro Valdés, in–comento
ResponderEliminar—eso saldría ganando.
—habla cuando se te pregunte.
se me escapa vivo, quería decir, cuando irrumpió el escoliasta. Y no estaría bien, siendo yo culpable de muchos desmanes, que se me asocie al silencio, no lo he sufrido, ni he de consentir que se me difame por Callao. Máxime cuando su empresa es meritísima, su firma garantía, y mi inclinación declarada. [Dos espectáculos vide, tirados por el suelo, que comprometen la razón, y no sería el tonto boquiabierto e intrigado que soy, en mis mejores tardes, sin la tutela de Yellowstone, en el siglo, y la de Riglos —en el alma. Guardo las fotos, memorizo los datos, y espero otras entregas.]
Enhora buena por la iniciativa,estos maestros aragoneses ya son legado de todos los españoles,estoy seguro que desde toda España nos intentaremos acercar al homenaje. Pienso que los familiares deben estar muy orgullosos... Desde Murcia un abrazo.
ResponderEliminarBersilo
Murcia es una tierra que da magníficos escaladores, seguidores del estilo de Rabadá y Navarro. Mezalocha os gustará.
ResponderEliminarUn saludo.
Jesús Vallés
Se que soy una mosca cojonera.Pero la segunda pregunta se te ha pasado contestarla Jesus.-
EliminarPersonalmente no conozco a ningún familiar de Alberto Rabadá ni tampoco de Ernesto Navarro. Siento interés, exclusivamente, por la actividad deportiva de estos dos escaladores. Supongo que habrá muchos alpinistas tan fuertes como Rabadá y Navarro a lo largo y ancho de este mundo, todos ellos dignos de respeto y admiración, pero Alberto y Ernesto eran de Zaragoza, y se iniciaron en Mezalocha, pueblo que acojerá el homenaje en el 50 aniversario de su muerte, un encuentro fraternal de escaladores y montañeros que tendrá lugar en octubre de 2013.
ResponderEliminarGracias.
¿Estas seguro de lo que has escrito?Si de tu casa miras a el Pirineo seguro que la nariz te llega a Telera como a Pinocho.Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu sinceridad. Te reitero que no conozco a ningún familiar de Alberto Rabadá ni de Ernesto Navarro. Si tuviera la oportunidad me encantaría saludarlos y si desean asistir al homenaje seguro que apreciarán esta iniciativa por mantener vivo el recuerdo de los dos grandes escaladores.
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