Rodolfo Assas. (Norte de Dos Torres, 1973)
La Pedriza
Hacia
el otoño de 1972, hacía como unos seis meses que había comenzado a salir a
escalar de forma continua durante los fines de semana, principalmente a la Pedriza. En aquéllas
fechas, los fines de semana eran de un día o día y medio como mucho.
En mi caso como en la casi totalidad de mis
amigos, habíamos comenzado a escalar por nuestra cuenta y riesgo, la mayoría de
las veces con compañeros que estaban tan verdes como nosotros y después, en
contacto con montañeros con mas experiencia, poco a poco fuimos “cogiendo
oficio”.
Uno de los
buenos amigos con quien por aquéllas fechas estaba escalando de forma habitual
y del que aprendí mucho, era Fernando de la Rosa “Bódons”.
Ése mismo otoño, un sábado por la mañana se fue a escalar al risco del Pájaro
en La Pedriza
con un grupo de amigos y como yo no podía ir antes, quedamos en el vivac del
Tolmete por la tarde-noche de ése mismo día para hacer, en el Pájaro, una escalada
nocturna. Cuando llegué al vivac ya estaba anocheciendo. Me contó que se habían
metido en la Vikinga del Pájaro (mas
tarde vía Loquillo), y que se había caído yendo de primero a la
salida del segundo techo con lo cual, se le habían quitado las ganas de
“nocturnas”. Me sugirió entonces que quizás alguno de sus amigos que estaban
dentro del vivac, quisiera acompañarme en la escalada.
La entrada al vivac estaba muy oscura, no se
veía casi nada y yo, que para esas fechas era bastante intrépido, ni corto ni
perezoso dirijo la voz a la entrada del vivac y pregunto si alguien se apunta,
a una nocturna a la Este del Pájaro (o Pedro
Ramos). De la oscuridad del vivac salió un chico muy joven a la vez que
decía: ¡yo me apunto! Su aspecto era desgarbado, un poco alto y delgado, con el
pelo rubio y liso y con gafas grandes de miope, que lo era. Con los brazos
largos y las manos grandes, era el tipo de escalador que Fernando Orús, nuestro
amigo de Zaragoza solía definir como un “hombre-mono”. Diez minutos después de conocernos, nos
encontrábamos de camino hacia la Este con las frontales
en marcha. Su nombre era Rodolfo Assas.
Para
esa época Rodolfo era un adolescente de catorce años y medio, y llevaba
escalando un año o más. Un día fui a su casa en Cuatro Caminos y me enseñó el
croquis del Espolón Este del Gallinero,
de la vía de Rabadá y Navarro. Era una hoja y tenía dibujado, por él mismo, un
itinerario a la izquierda de la vía de R/N. por todo el Pilar del Cotatuero. Es
decir, lo que posteriormente sería la Zaratustra. El
año anterior había abierto una vía en el Hueso (Pedriza) con su amigo y
compañero Toni, con el que por esas fechas solía escalar.
Hicimos la vía sin ningún problema y la verdad es que desde el principio
nos
compenetramos y congeniamos muy bien. A partir
de aquí comenzamos a escalar juntos casi todos los fines de semana. Intensificamos
las salidas a los Galayos gracias al microbús escolar de Goyo, un señor de
Guisando que vivía en Carabanchel y que durante muchos años, estuvo llevando
escaladores todos los fines de semana a la plataforma del Nogal del Barranco, para subir a los Galayos y con frecuencia iba
tan lleno, que mas de una vez se habilitaba el pasillo con sillas plegables
para viajar. La verdad es que durante ése periodo, había muy buen ambiente en
los Galayos. Durante ese invierno, conocimos a José A. López de Castro “El Químico”, entre otros amigos, ya con mucha más experiencia que nosotros. Tanto
Rodolfo como Paco Aguado “El Calavera” y yo, recibimos un
aprendizaje de la montaña invernal muy bueno. (Esos años nevó, al menos, lo
suficiente).
1973, cara oeste del Naranjo de Bulnes.
Primeras Aperturas
La Cara Norte de Dos Torres (La Pedriza) 1973
Durante
todo éste año del 73 vamos a desarrollar una actividad muy intensa. El 14 de
mayo, después de dos intentos acabamos la vía en la Cara Norte de la Cima Oeste de Dos
Torres en La Pedriza,
a la que bautizamos como vía Rodolfo-Santiago.
(El nombre de la vía es consecuencia de nuestra ilusión y deseo juvenil, de
imitar a nuestros ídolos de la escalada de dificultad en nuestro país: los
zaragozanos Alberto Rabadá y Ernesto Navarro). Ésta vía se ha actualizado en
2008, y ha quedado como una de las mejores vías de fisura de manos, de La Pedriza.
Historia y croquis actual en: wwwvíaclasica.com (norte dos torres, vía rodolfo-santiago)
Muy
poco tiempo después, seguramente en el mismo mes de mayo, abrimos una vía en la
corta pero vertical Cara Este del Pajarito en La Pedriza. También
la llamamos Rodolfo-Santiago. Recuerdo
muy bien que abriendo la vía, cuando estaba intentando recuperar un clavo que
se resistía, cerca de mi en la Sur Clásica, apareció Jose Ángel Lucas y al verme me aconsejó que lo intentara con una
cinta plana al ojal del clavo y el otro extremo, a la cabeza de la maza para
dar tirones con el mango. Fue un buen consejo y desde entonces no he conocido
otra forma mejor.
Al mes siguiente, José Ángel junto con Fernando
Villa “Píviu”, hicieron la Walker
en las Grandes Jorasses y a la
bajada, tuvieron un accidente en el que murió José Ángel. Era un brillante
escalador, había coincidido con él alguna vez en Galayos, pero no tuve la ocasión
de tratarle mucho.
Los Galayos de Gredos
Durante ésta primavera, escalamos juntos muchas de las grandes vías de
dificultad de los Galayos y así, durante el mes de junio sin ninguna información
porque no la había, nos acercamos a la base de la cara oeste del Capuchino con
la intención de escalarla, pues su pared nos parecía interesante y teníamos la
esperanza de que aquello estuviera sin tocar.
Dimos con la entrada a la vía a base de meternos en todos los charcos,
pues la fisura de entrada y mucho menos el diedro, sólo se ven cuando estas
completamente debajo, en su vertical. Íbamos escasos de material y por ésa razón,
tuve que hacer la primera reunión muy cerca del suelo, en un pequeño nicho bajo
el diedro. Rodolfo atacó el diedro y todo fue muy bien hasta que se quedó sin
material, al final de él, donde hay que hacer una travesía en placa a la derecha
bajo un pequeño techo inclinado.
Éramos todavía unos pardillos y ¡anda que no
nos quedaba todavía por aprender! Así, al final del diedro tuvo que improvisar
una reunión, con dos tacos de madera como único seguro. Cuando llegué y lo vi
casi me da algo. Reforzamos la reunión y acabó Rodolfo el resto del largo, que es la difícil travesía que llega a una
buena cornisa donde montó la reunión con unos pitones. Seguimos por una placa
compacta por encima del techito a nuestra izquierda, no muy difícil pero sin
ningún seguro; la placa tumba y muere en una estrecha grieta-rampa donde
hicimos reunión. Ya era tarde. Para seguir la vía teníamos que descender en
diagonal a la izquierda, para coger el Diedro Verdoso del centro de la pared,
en la zona media-alta. Decidimos escapar por la grieta-rampa que, de forma
ascendente, continúa por nuestra derecha hasta ponerse totalmente vertical, al coronar
el hombro en el espolón suroeste. Primero libre, y al final, artificial de
pitones, duro y difícil. No vimos huellas de que alguien hubiera pasado por
allí.
Volvimos sobre el 15 de junio, ésta vez con “El Químico”, y con algo mas de material.
Entramos a la vía desde abajo claro, y llegado al punto anterior ganamos un nicho
bajo el Diedro Verdoso, donde hicimos reunión. Subió Rodolfo de primero y
después del primer tramo que es vertical y algo delicado, hay un pequeño desplome
fisurado donde se dejó los dos estribos que llevaba y salió en libre, ya por
todo el diedro. De pronto nos comunica que hay un clavo en el diedro. ¡Que
putada! Bueno, qué se le va a hacer, al menos hasta poco antes de ésta “reu” el
terreno es virgen y si lo de arriba mola, pues guay. Al final del diedro, en
una repisa grande, hizo la reunión. Subí yo y detrás de mí, “El Químico”.
Actualmente, el primer largo de ésta vía, es
decir la fisura y el diedro con su travesía, aún siendo también difícil, destaca
mas por la excelente calidad de la roca y por su belleza; el largo de arriba,
el Diedro Verdoso, siendo un largo también muy bonito, destaca mas sin embargo,
por lo mantenido de su dificultad.
Pues
bien, Rodolfo, al dejarse los estribos al inicio del diedro, subió sin ellos el
resto del largo y aunque es posible que se agarrase a algún seguro, me acuerdo
perfectamente que no sólo no cosió el largo a seguros, sino que yo, de segundo
y con las botas duras de cuero (como todo el mundo entonces), tuve que
emplearme a fondo para escalar el largo dignamente.
“El Químico”,
nuestro maestro de alpinismo, era un personaje admirable. Por esos años, entre
otros sitios, iría al Pucahirca Central,
en los Andes y estuvieron a punto de hacer o hicieron, la 2ª ascensión a ésta,
muy difícil montaña de unos 6000m. También estuvieron en el Dénali, en el Espolón Cassin y aunque
no pudieron hacer cima, la vía la hicieron completa. Una actividad muy puntera
y ambiciosa para ésas fechas en nuestro país.
Bueno
pues el caso es que escalando en roca, era al contrario; no lo vio muy claro y
en una o dos ocasiones, entre clavo y clavo, metió algún pitón para
progresar….en estribos, claro. Nos lo pasamos muy bien Rodolfo y yo metiéndonos
con él.
Mas
tarde, nos enteramos de que el Diedro Verdoso lo habían escalado dos años antes
Jesús Tecedor y C. Muñoz Repiso, y de su reunión superior, salieron a la
derecha por un escape sencillo que tiene. Habían entrado a la pared a la izquierda
de donde lo hicimos nosotros, por una zona menos interesante, hasta alcanzar la
base de dicho diedro. Era el 19 de septiembre de 1971.
Después nos enteramos que ésa misma primavera,
apenas un mes antes que nosotros, el 13 de mayo, habían estado Antonio Cabrero,
Fernando Villa “Píviu”, y José Ángel Lucas
en ésta pared. Entraron por donde Tecedor y Repiso y en la reunión de arriba
del Diedro Verdoso, se metieron a la izda por una corta, aérea y difícil placa,
luego un diedro y después directo a la cima por una placa sencilla, pero aérea.
De ésta forma, ellos aportaron a la vía un largo precioso y que “hay que
escalarlo”. Quedando así una vía que en
su grado, es de las más bonitas del Galayar.
Con la apertura de los dos largos de la
entrada por parte de la cordada Rodolfo y Santiago, se completó dicho
itinerario y, a semejanza de cómo ocurriera en la vía Gerardo-Rafa de la Torre Amezúa
entre otras, a ésta vía se la llama desde entonces vía Rodolfo-Santiago, si bien está claro, que fuimos tres cordadas
distintas quienes configuramos ésta bella escalada.
Riglos 1974.
Monolito en recuerdo de Rabadá y Navarro.
Con Ramón Soguero. Cumbre de la Aguja Roja, 1974.